Attila se sintió inusualmente cansado en octubre. Dos semanas después, una mañana, se despertó y encontró una mancha oscura en el pie. El hospital encontró que su nivel de azúcar en sangre era muy alto, aunque no lo sabía. La diabetes se había desarrollado de manera insidiosa y todos los dedos del pie derecho tuvieron que ser amputados debido a la necrosis tisular. Sus médicos se sorprendieron por la fortaleza mental de Attila y la reciente cicatrización de heridas, ya que la regeneración de tejidos suele ser un proceso muy lento para los diabéticos. Hace un par de semanas, pudo dejar de tomar insulina con permiso médico.
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